venerdì, gennaio 11, 2008

Estadios del desarrollo humano durante la juventud

Los seguidores de la doctrina Piagetiana han elaborado un importante artículo para cierta revista científica de un país de Europa, con el fin de financiarse la cena de fin de año. Se trata de una extensión de la teoría de los estadíos a una aplicación cultural. Aunque este punto choca con algunos de los pilares del pensamiento de la Psicología Genética de Jean Piaget (1, 76 m; 78 Kg.), sus continuadores aseguran que esta explicación se la guardan “para pascua o tal vez hasta las vacaciones de invierno”.
Durante el 1er año de vida, el niño desarrolla los esquemas de succión y de prensión voluntaria, dando lugar a los primeros procesos de clasificación.
En el 2do año de vida ya se utilizan en la organización cognoscitiva, el pensamiento y el lenguaje.
A los 3 años, el cachorro humano comienza a diferenciar el autito de mierda que le trajeron los reyes, del zarpado coche que tiene Pedro.
A los 4 años se desarrolla la noción de conservación de sustancia y peso al variar la forma.
Pasados los 5 años y medio se adquiere consciencia de lo ridículo que se ve con el gorrito y la musculosa de Mickey. Se calla por un tiempo para no defraudar a sus padres.
A los 6 años se comienza a diferenciar el triciclo azul que trajo Papá Noel de la zarpada bici con rueditas que tiene el hijo de la peluquera. Se establece la falacia de que andar en triciclo a los 6 años lo convierte a uno automáticamente en un pelotudo.
A los 7 años se adquiere la noción de que el fútbol es lo más importante del mundo y se gastan tardes enteras pateando una pelota de goma contra un garage, ignorando que para ser un crac tendría que haberse dado cuenta de esto a los 5.
A los 8 años se da cuenta de que tanto Papá Noel como los reyes magos no existen y que los regalos los elegían los boludos de los padres.
A los 9 años se toma conciencia de que Batman es muy capo porque no tiene superpoderes. Empieza a suplantar a los padres en el modelo de hombre al que se quiere llegar. Aparecen los posters.
A los 9 años y medio se adquiere la noción de que si A es igual a B y B es igual a C, A es igual a C. En el momento de insight el cachorro humano mira hacia un costado y murmura la palabra “obvio”, con una sonrisa.
A los 10 años se da cuenta de que cuando los padres hablan en el auto y usan esa palabra extraña, el “quetejedi”, en realidad están hablando de uno y eso no puede ser bueno.
A los 11 años se experimenta el placer de andar en bici por la calle, placer otorgado por una leve sensación del peligro en carne propia, a diferencia andar a mil por la vereda donde quien está en peligro es la señora de al lado.
A los 12 años se comienza a sospechar que los padres no suelen tener razón sino que la tiene Pergolini, y que escuchan una música de mierda. Se consigue un casette para grabar temas de Fito Paez de la radio.
A los 13 años se diferencia la bici cross sin rueditas que nos regaló un primo que tiene nuestra edad pero vive en una casa con pileta, de la zarpada Mountain Bike que tiene Pedro.
A los 14 años se descubre la existencia de otros conjuntos musicales que también la tienen clara y comienzan a suplantar a Batman en el ideal de hombre al que se quiere llegar y en las paredes del cuarto.
A los 15 años adquiere la noción de que el sexo es lo más importante del mundo y se deja el pelo largo e intenta aprender a tocar la guitarra.
A los 16 años se descubre que uno y sus amigos son la gente más graciosa e inteligente del mundo y se decide hacer un programa de radio que va a estar tan bueno como el de Pergolini o mejor.
A los 17 años se toma consciencia de que Fito Paez tiene algunas actitudes que generan cierta incomodidad. Se decide dejarlo de lado en la respuesta a la pregunta “¿qué música escuchas?”
A los 18 años –cuando se termina la secundaria- se comprende –en el mejor de los casos- que la vida no es joda, que de algo hay que vivir, y que para que funcione el cuentito ese de tener una banda, estar loco toda la vida y llenarse de guita como Keith Richard, hay que haber sido Keith Richard, como mínimo. Se corta el pelo.
A los 18 años y medio se descubre que todo este tiempo los padres estuvieron trabajando todos los días 7 u 8 horas. ¡7 u 8 horas!
A los 19 años se toma conciencia de que la Mountain Bike es una tremenda garcha y que la posta posta es tener una playera toda la vida.
A los 20 años se toma conciencia de que se pasó la vida interpretando frases sueltas y nunca se tomó el trabajo de sentarse a escuchar qué decía una canción entera. Se tiran la mitad de los casettes.
A los 21 años se descubre que los amigos de uno son unos lisos y que la música que escuchan los padres no está tan mala después de todo.
A los 22 años se descubre la importancia del dedo gordo y lo bien pensado que está. Se lo llama durante unos meses con el nombre de “pulgares opuestos”.
A los 23 años se descubre que el sexo no está bueno, que puede ser engorroso y hasta aburrido, y que muchas veces se puede estar mejor si pasan, por ejemplo, “Batman Vuelve” en Cinecanal.
A los 24 se recupera la noción de que el fútbol es lo más importante del mundo. Y uno que ya no se corre ni la mitad de lo que corren los pendejos de 13.
A los 25 años se toma total consciencia de que uno ya no es tan joven. El descubrimiento se produce al ver que las deidades futbolísticas que uno admiraba en la infancia, ahora son el director técnico de Colón de Santa Fe y fuman descontroladamente.